El Ágora /

“Es un dolor en el plexo solar. Un sentimiento angosto”

En la madrugada del 23 de febrero de 1980, seis hombres saltaron al patio interior de la casa de Aronette de Zamora. Interrumpieron una fiesta. Llegaron con los rostros cubiertos, equipados con silenciadores y armas largas. Apartaron al esposo de Aronette y lo mataron a sangre fría. A ella le desviaron la columna con la culata de un fusil. Su hijo de ocho años lo vio todo. 30 años después, Aronette señala el muro y dice: “Ese muro brincaron”. Apunta al suelo y dice: “Ahí estaba yo”. Señala un cuarto y dice: “En este cuarto lo mataron”. En el piso de la ducha hay varios azulejos destruidos. Los mira y dice: “Esas son las tres balas que rebotaron en el piso”. Ahí quedó su esposo, muerto. Ella aún vive en la misma casa. Aparte de unas vértebras desviadas y una sinusitis aguda, el episodio le dejó a esta abogada un agujero en el plexo solar, una angustia viva, una herida abierta, abiertísima. “No se están reabriendo heridas. Usted abre algo que está cerrado. El dolor nunca ha desaparecido, porque son situaciones que marcaron la vida y además la cambiaron y la transformaron totalmente”.

Martes, 20 de abril de 2010
Carlos Martínez y Mauro Arias / Fotos de Mauro Arias

Aronette de Zamora. Foto Mauro Arias
Aronette de Zamora. Foto Mauro Arias

Acaba de pasar el 24 de marzo, cuando se conmemora el homicidio de monseñor Romero y por primera vez El Salvador tiene un gobierno de izquierdas. ¿Ha sido diferente?
Pues sí, ha sido distinto, pero no suficiente.

No entiendo.
Porque ha sido un 24 de marzo en el cual el gobierno saluda al arzobispo, le rinde homenaje, le pide perdón, pero no es suficiente, porque cuando uno mira la actitud del gobierno y la actitud de aquellos que estuvieron en el gobierno anterior, hay cosas que no son suficientes. El presidente pide perdón y los representantes de Arena no se levantaron. Se ha pedido perdón porque es un gobierno supuestamente de izquierdas... ¡que viene de la oposición, digamos mejor!

Bueno, pero el presidente Funes pidió perdón por el homicidio de Romero y por las otras víctimas de la guerra. ¿El propio gesto del gobierno le hace sentir satisfecha?
Es una parte. Sólo una parte del proceso que se debería dar. Pero tampoco es suficiente porque no se ha establecido la verdad. ¿Quién lo mató? Tampoco se ha hecho una verdadera investigación para los miles de muertos que ha habido en el país.

Parte del argumento recurrente de quienes -como usted- son víctimas de la guerra, es que nadie les ha pedido perdón y que no se han individualizado los casos y que por lo tanto no hay a quien perdonar. ¿Usted ya perdonó?
He perdonado, sí. He perdonado pero en abstracto, porque no sé quién fue, quiénes mataron a Mario Zamora. ¿A quién le puedo yo ofrecer mi perdón y decirle: “Perico de los palotes, yo sé que usted cometió el crimen y lo perdono”? ¿Dónde está? Pero no solamente es el saber para perdonar, sino que en esto de la verdad debe verse que hay un cambio en la justicia. Después de 30 años, no estoy pensando en que se les pueda meter a la cárcel, no se trata de eso. Simple y sencillamente el conocer la realidad.

La opción de un castigo penal, ¿ya no le es atractiva?
Pues debería verlo porque los delitos contra los derechos humanos son imprescriptibles, nunca vencen. Y eso tendría que ir, una vez averiguado eso, a la administración de justicia y seguirse el procedimiento. Y en esa parte, en el país, no se quiere proceder.

Algunas personas dicen que ese proceso reabriría odios y heridas.
No se están reabriendo. Usted abre algo que está cerrado. ¿Ya? Si usted escucha el testimonio de las víctimas, la mayoría dice que nunca se han cerrado las heridas, que es algo que siempre ha estado abierto. El dolor nunca ha desaparecido, porque son situaciones que marcaron la vida y además la cambiaron y la transformaron totalmente.

¿Qué gana usted si un juez decide abrir estos casos?
Yo gano la verdad. Es intangible. Y me pueden preguntar, igual que Pilatos, “¿Y qué es la verdad?” Pues, la reconciliación. Que haya una verdadera reconciliación es importante. Es un proceso que no es lineal, que no va de acuerdo con la lógica. Para que la reconciliación se produzca debe haber establecimiento de la verdad, justicia y perdón, pero esto no tiene orden como una fórmula química. Esto es una cuestión que se puede dar en diferentes momentos. Usted me dice: “¿Ha perdonado?” Sí, estaría loca si no perdonara. Y la única que se estaría produciendo daño, si no perdono, soy yo. Porque los victimarios andan felices por la vida. No me ha sido fácil.

¿Y eso que queda dentro cómo se llama? ¿Se parece a qué? ¿A la ira? ¿A la frustración?
Es un dolor en el plexo solar. Es lo único que le puedo decir. Un sentimiento angosto que, físicamente, se siente justo acá (se presiona el pecho). Y es como sentir que algo se le comprime a uno por dentro. La gente dice: “Se me hace chiquito el corazón”, porque acá se siente. Simplemente es una desazón, como que algo me hace falta. Como está muy adentro, es muy difícil explicarlo en palabras.

Bueno... pero ya llegó 'el cambio', Aronette.
Pero las leyes siguen siendo las mismas, iguales.

¿Por qué el gobierno debería enfrentarse con su pasado oscuro? ¿Qué ganamos?
Porque va a ganar estabilidad. ¿De dónde surge la violencia? Ese sentimiento que yo le decía, como una angustia, como sentirse apretado... y yo no sé de dónde viene... Si lo único que he aprendido es a reaccionar con la violencia, eso es lo que yo le enseño a los demás: la violencia. Tenemos que sanar. No ha habido oportunidad de contar cuantas veces sea necesaria mi historia. No que vengan y me digan: olvídese. Es una sociedad enferma.

Foto Mauro Arias
Foto Mauro Arias

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