Opinión /

Romero para judíos

El siguiente artículo nos muestra que el mensaje de Monseñor Romero cruza las fronteras geográficas y de las denominaciones religiosas. El conocido escritor judío rabino Or N.Rose reflexiona sobre las lecciones espirituales que Monseñor Romero dejó como legado para todas las personas de buena voluntad. El rabino Rose es profesor en la Escuela de Rabinos de Hebrew College en Newton, estado de Massachusets. Sus artículos aparecen en las principales revistas judías como Tikkun. Él es coeditor del libro Righteous Indignation: A Jewish Call for Justice (Jewish Lights Publishing, 2007).


Lunes, 29 de marzo de 2010
Or N. Rose

Coordinación de sección y traducciones por Héctor Lindo-Fuentes

Oscar Romero todavía no es muy conocido en círculos judíos. Él no tuvo el tipo de éxito político que lograron Mahatma Ghandi o Martin Luther King Jr., y por lo tanto no ha recibido el mismo tipo de alabanza universal. Además, aunque muchos de los escritos de Romero han sido traducidos al inglés, su lenguaje religioso, con su fuerte énfasis en motivos cristianos clásicos como el martirio de Jesús y la resurrección (a diferencia del uso selectivo de estos tropos que hacía Martin Luther King) es incómodo y poco atractivo para los judíos. Pero sería un error que la comunidad judía ignorara a Romero, una de las grandes personalidades religiosas del siglo veinte. Aunque no es fácil traducir todas sus enseñanzas a la terminología judía, hay mucho en su biografía, sus cartas y sus sermones que nos puede ayudar a profundizar nuestro trabajo como activistas espirituales.

Para Monseñor Romero el decir la verdad a los poderosos se convirtió en camino de esperanza, el responder al odio con el amor en camino de salvación. Apenas dos meses antes de su asesinato dijo:

 

“… yo quiero reafirmar mi convicción como hombre de esperanza, de que vendrá un nuevo rayo de salvación. Y a esto quiero animar yo a quienes tienen la bondad de escucharme. Nadie tiene derecho a hundirse en la desesperación, todos tenemos el deber de buscar unidos nuevos canales, y a esperar activamente, como cristianos.”

Para Romero, la esperanza no significaba que la salvación llegaría a su pueblo con rapidez o que él iba a vivir para ver el florecimiento pleno de la liberación de El Salvador. De hecho, en los últimos meses de su vida el arzobispo abrazó con serenidad la posibilidad de que iba a ser mártir de su causa. Con Jesús como modelo, Romero creía que si lo asesinaban su muerte fortalecería a su pueblo, inspirando a los salvadoreños a llevar el conflicto a su conclusión. “Que mi sangre sea semilla de la libertad y la seña de que la esperanza será pronto una realidad.” Romero llegó a decir que si lo mataban él se levantaría de nuevo. “He de decirles que como cristiano no creo en la muerte sin resurrección: Si me matan resucitaré en el pueblo salvadoreño”.

Para los salvadoreños de hoy Monseñor Romero realmente está vivo, acompañándoles e inspirándoles en sus afanes diarios. Al viajar por el campo uno ve numerosos murales, fotografías, carteles y ropa con la imagen y las palabras de Romero. Aunque ya terminó la guerra civil, la pobreza y el derramamiento de sangre continúan. La brecha entre ricos y pobres sigue creciendo y la actividad criminal violenta atormenta a la juventud. Precisamente por esta razón el espíritu de Romero sigue siendo tan importante para su gente—él continua proclamando la “buena nueva”, urgiendo a su pueblo a perseverar ante la adversidad.

Como estudiante judío de la vida y enseñanzas de Romero, me siento enriquecido y desafiado en mi encuentro con este sacerdote visionario. A través de su biografía el Arzobispo demuestra que siempre es posible teshuvah (el arrepentimiento), que incluso un sacerdote conservador de cincuenta y nueve años de edad puede superar su timidez y convertirse en campeón de la causa de la justicia social. Romero nos enseña que para ser una persona religiosa es necesario tomar acción en el mundo, y que es pecaminoso esconderse detrás del velo de la neutralidad. Como dijo Abraham Joshua Heschel, “en una sociedad libre algunos son culpables, todos somos responsables”. Al igual que Maimónides y otras autoridades judías en el campo de la ética, Romero nos instruye que no solamente debemos apoyar a los pobres, sino que también debemos ayudarles a tomar el control de sus propias vidas.  De hecho el Arzobispo va más allá que la mayoría de las autoridades judías al exigir que seamos humildes y veamos a los pobres como a nuestros maestros. Romero también nos recuerda que se paga un precio cuando uno se planta firme ante la injusticia, y que en los casos extremos puede ser necesario entregar la vida (mesirat nefesh) por lo que es bueno y correcto. Finalmente, nos ruega que no perdamos la esperanza—que recordemos siempre que Dios ama la vida y que “el amor es fuerte como la muerte” (Cantar de los Cantares 8:6).

Que la memoria de Oscar Arnulfo Romero nos bendiga—zekher tzaddik v’qadosh livrakhah.

 

Una versión más completa de este artículo se encuentra en Tikkun Magazine, Julio/Agosto 2005. http://www.tikkun.org/article.php/Rose-remembering-romero

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