Opinión /

La crisis política


Lunes, 14 de diciembre de 2009
El Faro

La crisis de ARENA es cada vez más profunda. Por primera vez en su historia, las encuestas lo sitúan casi 30 puntos por debajo del FMLN y su principal líder en la percepción popular, Antonio Saca, está hoy sujeto a un proceso de expulsión.

Arena hoy está obligada a presentar un proceso disciplinario ejemplar, que no deje lugar a sospechas de que la nueva dirigencia está pecando justamente de lo que se acusó a Saca durante su periodo presidencial: de actuar por intereses de su camarilla. Cualquier otra cosa, hoy, sería un error con consecuencias para todo el sistema.

La profundización de la crisis de Arena es grave para todo el sistema politico, porque lo está jalando en su propia caída. La incapacidad de la nueva dirigencia de sustituir el liderazgo de Saca ha revuelto las dinámicas tradicionales de la política, como ejemplifican los últimos reacomodos y negociaciones en la Asamblea Legislativa.

Hoy, en El Salvador, los dos líderes que gozan de mayor reconocimiento popular enfrentan una relación tensa con su propio partido: por un lado el presidente Funes, que ha hecho públicas sus diferencias con el partido que lo llevó al poder; por el otro el ex presidente Saca, que está a punto de quedarse sin partido. La situación es delicada, porque es justamente cuando se resquebrajan las estructuras fundamentales del sistema político que se abren espacios para las tentaciones caudillistas. Venezuela, Colombia y Nicaragua son ejemplos patentes de ello.

Los dirigentes partidarios tienen la enorme responsabilidad hoy de avanzar hacia una verdadera institucionalización de sus partidos y del sistema en general. Esto es urgente, para poder avanzar en el proceso democrático salvadoreño y para cerrar los espacios al crimen organizado y la corrupción.  Y para cimentar de una vez por todas a los partidos como espacios naturales del debate y la negociación política, y para construir Estado.

Lamentablemente, no se ve hoy en la mayoría de las dirigencias partidarias a personas capaces ni deseosas de hacer esto. El ganguerismo y las negociaciones espurias siguen siendo moneda de cambio en las transacciones interpartidarias, y siguen contaminando el sistema en un momento de crisis.

Si los partidos no hacen un mayor esfuerzo por involucrarse en los problemas de los salvadoreños, por lograr una mejor sociedad y responder a las demandas inmediatas de una población golpeada por la crisis y la violencia, corremos el riesgo de que los demagogos lo hagan, y de terminar en las manos de un caudillo.

 

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