El Ágora /

“Mi marca es el Louis Vuitton del pelo, ja, ja, ja... no, paja”

De niño Luis Gonzalo Cisco Aguilar arreglaba a sus compañeros de colegio para los talent shows, dice. Los ocupaba de conejillos de indias y les cortaba el pelo. Ahora nadie lo conoce como Luis ni como Gonzalo: lo llaman Cisco, el dueño del salón Studio 54, al que acuden, según él, 'los rich and famous' de El Salvador.


Domingo, 13 de diciembre de 2009
Sergio Arauz, Óscar Luna y Jimena Aguilar / Fotos: Mauro Arias

Nos recibe en la sala de espera de su salón, Studio 54, y nos pide disculpas porque nos ha hecho esperar. Cisco es famoso y su salón es para gente que pueda pagar 20 dólares por sesión. Su agenda de citas incluye ex primeras damas, ex vicepresidentas y personas del jet set salvadoreño a las que llama “los rich and famous”.

En 2004 estuvo entre los 10 finalistas del Campeonato Mundial de Peluquería en Rusia. Estuvo tras bastidores de una pasarela en París y fue a cursos de peluquería en la academia Vidal Sasson, en Moscú; en la academia de Tony & Guy en Dallas, y otras en París, Madrid, Londres y Barcelona.

Luis Gonzalo Cisco, estilista.
Luis Gonzalo Cisco, estilista.
(La plática empieza tarde, pues Cisco llega con retraso. )
Perdón... pero es que mañana me salgo para Houston, a arreglar una novia.

¿Cómo así?
Me pagas mi boleto y yo me voy.

¿Quién es la novia?
Fijate que a la novia no la conozco. Mi amiga… son compañeras de trabajo y siempre la he arreglado aquí. Ella fue la que me hizo el contacto y le dijo: “Te tiene que arreglar Cisco”. Solamente le mandé como un álbum de fotos de novias que tengo y la chera le dijo: “Sí, que me venga a arreglar”, y ya. Así aprovecho thanksgiving day.

¿Cómo empezaste en esto?
Nunca me lo imaginé, porque el ser estilista es ser gay. Para poder romper el esquema ante mi familia, el decir “soy estilista” en la casa era ser la loca de las tijeras, por decirte. Y así es visto y ha costado revolucionar eso y que te vean como un verdadero profesional dentro del país. Porque, en lo personal, yo me siento muy orgulloso. Si muriera y volviera a nacer otra vez, sería peluquero... y gay, ja, ja, ja. En la escuela yo siempre me ponía para los talent shows y todo eso, yo les decía: “No, van como mal arregladas. ¡Espérense!”. Y a las niñas y los niños les enrollaba las jackets para que se vieran mucho mejor. Tuve la oportunidad de conocer a un gerente de Tony and Guy, que era el esposo de una amiga mía, que me jaló. Antes trabajaba en un salón sencillo en el hotel Terraza. Pero antes de estar ahí tuve un súper buen maestro, que como ese señor no ha habido otro aquí en el país. Lastimosamente, él se retiró por motivos de cosas… ja, ja, ja. Se llamaba Mauricio Regalado Lombardo. Fue conocido en un salón que se llamaba Faces…

¿Hace cuánto?
¡Uuuuuhhh! Te estoy hablando de los años 70s y 80s. Ese señor aplicaba tintes vistiendo camisas blancas con mancuernillas y no se manchaba. No usaba delantal, guantes, nada. Cortaba el pelo y este caía exactamente donde iba cortando.

Por el apellido parece que tenía plata.
No, Mauricio Regalado pero de los Regalados con doble r, ja, ja, ja.

Ja, ja, ja.
No era de los Regalado con r. Mi mamá se cortaba el pelo ahí. A mi mamá le estaban lavando el pelo y le dije: “Mauricio, yo quiero aprender esto. Siento que traigo para esto”. Tenía 16 años y estaba todavía en el colegio. Vino él y me dijo: “Mira, voy a dar un curso de estilistas. Si tú quieres, venite y te cuesta tanto”. El primer día llegué e hizo una evaluación y me dijo: “Yo no sé qué ondas, pero vos estás para que yo te pague. Si querés venite después de clases los viernes y el sábado. Venís y aprendés, te pulís a mi estilo y te voy a pagar”. Eso fue como que bien cool porque todavía estaba en el colegio y cuando tenés dinerito extra en el colegio es cool. Estuve cerca de tres años con él, aprendí a cortar con la técnica de la Wilfred Academy de Nueva York, que era una academia top. Con él estaba graduándome de una de las mejores escuelas.

¿Él te enseñó a cortar?
Él me enseñó, porque yo era empírico.

¿Y quién era tu conejillo de indias?
Amigos míos que se dejaban y que creían en mí. Siempre me destaqué en el colegio porque tenía gusto. No me costaba que creyeran en mí, aún sin saber en esos tiempos.

¿Y salían satisfechos?
Fijate que toda la gente estaba contenta con mi trabajo. Entonces, me sentía triste porque decir en mi casa que iba a ser estilista era para que me dijeran “retirate”.

Tratemos de hacer un ejercicio freudiano: ¿hay algún momento de tu infancia en el que decís “yo quiero ser esto”? ¿Podés recordar el primer niño que agarraste?
No… Ja, ja, ja, ja. No, ¿sabés que no lo había descubierto? Cuando estaba con Mauricio pensaba graduarme y estudiar para ser abogado, algo que ahora me parece lo más aburrido. No lo habría hecho ahora, tal vez habría sido diseñador de logos u otra cosa. Para trabajar con Lombardo, que era una persona súper estricta, tenías que ser aguantador y con carácter para no sentirte menos, porque la manera en la que enseñaba era bien rígida. Era como un cuartel de peluquería.

¿Cómo eran las clases?
Él daba demostraciones, verbales, visuales o prácticas, y nosotros las hacíamos después. Chequeaba el uso de las herramientas, nuestra presentación –desde uñas hasta tu perfume, si estaba adecuado para trabajar- y un montón de detalles que en ese momento no los valoré. Me decía a mí mismo: “Este señor molesta”, je, je. Pero era admirable ver cuando un profesional trabaja como un verdadero profesional porque la peluquería en El Salvador normalmente es: “¡Ay, mirá, me echaron del trabajo, voy a aprender a cortar pelo!” o “quiero poner un negocio, voy a aprender a cortar pelo” o es el sueño de la señora nueva rica que quiere poner un salón de belleza, compra estilistas y pone un salón de belleza. Pero en mi caso siento que sí fue vocación.

¿Hace cuánto empezaste?
No quiero decir años, ja, ja, ja, porque me delato ja, ja, ja. Empecé quizás hace 15 años.

Con Lombardo.
Con Lombardo. Luego en el salón del Terraza, que se llamaba Fantasía. La dueña era una chava que trabajó con Amanda, con ella estuve poco tiempo. Luego me fui con Jack de la Coupe, que es un señor francés. Con él estuve poco tiempo porque él sentía rivalidad conmigo y yo lo veía como una persona admirable, pero de ahí no era culpa mía. Pero me tenía aprecio. Siempre salí por la puerta principal porque cuando me fui de un trabajo di mucho y después me contrataron en Tony & Guy. El día que yo llegué ahí fue por la esposa del gerente. Ellos fueron los que me consiguieron la cita para trabajar ahí y era un día después de que habían entrevistado a los 70 que iban a entrar. Entonces mi llegada fue un poco como misteriosa porque los maestros pensaban que yo llegaba a suplantar a alguien porque yo ya tenía como mi estilo.

Ya eras conocido.
No era conocido, no, pero ya me veía como profesional, no me veía como un aprendiz.

Y entraste como…
Ahí eran categorías como en Estados Unidos que es: stylist normal, el estilista normal, junior, senior, art director 1, 2 y 3, y top designer.

¿Cuál es la diferencia de art director 1, 2 ó 3?
Junior es un estilista que aspira a ser estilista.

¿Y el estilista?
El estilista es un estilista.

¿Es un X?
Ajá. El senior es el ya bueno.

¿Qué puede hacer el senior que no pueda hacer el estilista?
La calidad de experiencia, el manejo, el cómo se desarrolla, los clientes, la cantidad de clientes. O sea, ser bueno.

Está mejor capacitado.
Sí, pero hay veces gente que se capacita súper bien y no está bien como profesional. Eso pasa mucho.

Y de ahí sigue…
Después del senior está el art director.

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